martes, 8 de junio de 2010

La soledad

El sentido gregario del ser humano lo ha permitido desarrollarse, vivir en un mundo mejor; pero también lo ha condenado a sufrir las más terribles variedades de soledad, la imposibilidad de pasar mucho tiempo solo sin sufrir por el aburrimiento o alguna otra complicación, que el simple hecho de estar con otro te permite olvidar.
Asimismo, se ha dado el lujo de ser de dos clases: física o mental; cada una con sus respectivos subgrupos y sus correspondientes síntomas. Por ello, este amplio espectro imposibilita el hallazgo de una solución ya sea en conjunto, o a cada categoría por separado; y para no vivir eternamente en esa situación, la vida nos cruza diariamente unos a otros, para cambiar de tema y olvidarnos aunque sea un rato.
La soledad física, obviamente, salta a la vista: el simple hecho de estar solos nos lleva, en el transcurso del tiempo, a una desesperación y una ansiedad que nos carcome por dentro; incluso acrecentados por los pensamientos que nos invaden. Algunos dirán que es bueno, pero en exceso está comprobado: es nocivo.
Por otra parte, la del tipo mental o psicológica, es a veces más traumática. Una idea u opinión personal, que no absorba el consentimiento de alguien más, no sólo nos puede ofuscar e irritar por no poder prevalecer intelectualmente (sin ser discriminador, ni autoritario), sino que también nos puede causar la más terrible humillación.
Quizás por eso Roberto Carlos quería tener un millón de amigos, ¿quién sabe? Por lo pronto, una ración justa y consistente será el salvavidas que nos liberé de la locura y su fiel aliada: la soledad.
Aplaudamos todos juntos al sentido gregario.

Ponencia de Luis A. Velasco. Héroe colombiano, que estuvo diez días a la deriva en una balsa tras naufragar su barco, y psicólogo recibido de la Universidad de Bogotá, durante un congreso en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Buenos Aires.

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